Noticias

A Juanjo

Yo no te conocía, Juanjo. No eras alumno mío, no te conocía. Sin embargo, dudo que olvide nunca tu nombre, Juanjo. No te conocía y, sin embargo, te he sentido mío, Juanjo, como una parte de mi propia piel que hubieran arrancado dejando doliente la carne viva. No eras alumno mío, pero, Juanjo, tú has sido el maestro de todos en este día y en muchos días venideros. Tal vez, tal vez, por querer darle sentido a tu abrupta marcha, debo pensar que te has ido así para arrancarme de un tirón la venda de mis ojos. Esa venda de rutina que tantas veces me ciega, que no me deja ver lo que realmente importa. Ayer, nos mostraste a todos que no podemos dar nada por sentado, que no somos dueños de nada, ni de nuestra propia vida, que nuestra existencia se limita al mismísimo minuto presente, que del siguiente nadie sabe.

Te voy a ser sincera. Yo esto ya lo sabía. Muchos de nosotros hemos pasado ya por situaciones que nos hacen tomar conciencia de ello y son todo un revulsivo, te hace mirar el mundo con otros ojos, exactamente como está sucediendo ahora, te replanteas tus prioridades, te hacen más empático, te hacen querer abrazar más de verdad, besar más a menudo, llorar sin vergüenza y decir “te quiero” sin remilgos. Incluso cuando antes de esto pasas por una fase de preguntarte mil porqués que no obtienen respuesta, incluso cuando la rabia por faltarte esas explicaciones contamina cada latido de tu corazón, la saliva que tragas se te antoja hiel que quema por dentro y parece que dormir y no despertar más es lo mejor que pudiera pasarte, incluso entonces, en lo más profundo de tu ser sabes que vas a vivir después sabiendo valorar más cada molécula de aire que respiras, cada sorbo de agua que bebes, cada segundo en compañía de los que amas, cada paso, cada logro, cada día.

Te parece que jamás se te olvidará esta gran enseñanza, ¿sabes? Pero, poco a poco, casi sin darte cuenta, se va instalando un sutil velo entre la realidad y tus recuerdos y, al final, vuelves a tener la gruesa venda que no te deja ver que lo que realmente importa ocurre a cada instante y nos pasa desapercibido.

A ti te ha tocado esta vez ser el maestro que ha venido para recordarnos la lección a muchos de nosotros y, para muchos más, has sido el maestro que por primera vez la enseña. Sea como sea, Juanjo, tanto para los que te conocían, como para los que no, hoy eres ese profesor, el mejor de los profesores, el que deja una huella imborrable.

Hoy, un día después de tu triste pérdida, he visto a tus compañeros de clase decorar tu mesa con tu nombre y con estrellas, les he visto poniendo color a dibujos que querían dedicarte, les he visto llenar la pizarra de clase con el deseo de tenerte aún entre ellos, ¿sabes por qué?

Hoy, se me han acercado un grupo de alumnos y alumnas mayores que tú, que sentían, que necesitaban hacer algo aunque no te conocían, ¿sabes por qué?

Porque, aunque ni siquiera sean conscientes del todo, ya están aprendiendo esa lección que les has dado: no querían NO vivir este día, querían ser plenamente conscientes del presente porque realmente es lo único que tenemos con seguridad.

Un poco más tarde he vuelto a verles ya ocupados en una tarea y yo, que también necesitaba hacer algo, me he ofrecido a ayudarles. Ahora el hall del instituto está presidido por un gran mural en tu honor, aunque en realidad es un mural para todos. Yo no te conocía, Juanjo, pero he escrito en tu mural para decirte que ayer me quitaste la venda y me he acordado de todos los profesores que he tenido antes que tú que ya en su momento me enseñaron a vivir. Te he escrito para decirte que has sacudido el polvo de este libro nuevamente y, una vez más, me has dejado las cosas claras. Te he escrito para darte las gracias y para darle las gracias a los que me enseñaron lo mismo que tú antes.

No te voy a engañar, por más que quiera conformarme con este pensamiento, dueles, lo que se remueve duele. Pero el dolor también nos recuerda que estamos vivos, así que tenemos la obligación de aprovechar esta vida. Tenemos la obligación de vivirla por nosotros y por los que os habéis ido sin haberlo pedido. Somos vuestros testigos. Y no hace falta hacer grandes gestas, solo vivir siendo conscientes de cada momento, de no dejar pasar la ocasión para ver la belleza de las pequeñas cosas. Hoy he visto mucha belleza por ti. He visto la belleza que hay en unos ojos que brillan por lágrimas contenidas. No sabes cuánto amor hay en esas lágrimas de tantos ojos que ni siquiera te han conocido, Juanjo. Son lágrimas que dicen “has sacado lo mejor de mí”. Son lágrimas que dicen «voy a vivir».

Por Esther López Calderón, profesora de Biología y Geología del centro.

Fuente: https://enmiotraclase.wordpress.com/2022/03/29/a-juanjo-d-e-p/